Todo mensaje queda obsoleto si no llega a quien corresponda.
A quien corresponda le diría que no todo pasa a tiempo y conveniencia.
Que los desfasajes enseñan a valorar.
Que las frustraciones enseñan a madurar.
Que el egoísmo nos impide respetar.
Y también amar.
A quien corresponda le diría que si nunca es tarde, tampoco temprano.
Y lo que no ocurrió, ya no lo hará.
Y lo que sucedió en la memoria quedará.
Y lo que nos unió del corazón jamás se irá.
Y el amor convertido en algo más allí estará.
A quien corresponda le diría que las lágrimas tardías no limpian mucho.
Pero curan heridas y angustias.
Pero limpian almas.
Pero curten corazones.
Y alivian, alivian pérdidas como nada.
A quien corresponda le diría que fue correspondido como nunca antes.
Y por siempre lo será.
Y lo recordará.
Y lo comprenderá.
Como corresponde al buen amar.
A quien corresponda pertenece a la antología “Colores que nunca combinan”.