A veces las cosas pasan distinto. A veces tenés ganas de querer a alguien y te encontrás con esa persona que está como vos. Y no hay flechazo ni atracción instantánea, hay ganas de ir construyendo con la satisfacción de colocar juntos, desde los mismos ladrillos, hasta los que cada uno eligió por su lado y son bien diferentes.
A veces algún ladrillo se cae y ninguno de los dos duda en levantarlo.
A veces llueve y los dos tienen el reflejo de cubrir primero al otro.
Y la “obra” sigue avanzando.
A veces te parece que ya sabés como trabaja el otro y te termina sorprendiendo para mejor.
Y eso refuerza tu confianza, y las ganas de querer ya no son ganas, estás queriendo al natural.
A veces cuando estás por terminar, cuando tenés el último ladrillo y el otro lo sostiene a tu lado, lo mirás y te das cuenta de lo que está pasando, de que ese “enamoramiento” que algunos dicen que dura seis meses y se apaga, recién acaba de empezar, y tiene cimientos tan sólidos y firmes, que en lugar de extinguirse, sólo puede crecer de manera ilimitada.
A veces pasa, y cuando lo hace, se asemeja a la perfección.