Un corazón nunca ha de quedar vacío
por más que otro ya saliendo lo retuerza.
Es tan fuerte y noble en su integridad
que su sentir y emoción jamás dispersa.
Duros golpes habrá de resistir
aún de quienes piden el olvido,
aún de los que siguen atacándolo a traición
o que bromean sobre un fuego no extinguido.
Y podrá parecer agonizante,
pintar a su dueño moribundo,
hacer que todos de él se compadezcan,
hacer que muchos hasta casi igual padezcan.
Y podrá inspirar mucha ternura,
y provocar que otras almas se aproximen,
algunas buscando solo consolar,
otras, como estudiando un especimen.
Pero solo una de ellas logrará,
lo que un experto en la materia ignoraría,
revivir ese triste corazón,
que por poco, cree que nunca ya amaría.