Estoy yendo a una academia en la que me enseñan a amar.
A amar como los perros, porque ellos son los maestros del amor incondicional.
Solo hay que observarlos, aprender y luego aplicar.
Los perros te aman desde que te conocieron y vieron el brillo en tus ojos al recibirlos. Allí te adoptan y el vínculo no se romperá jamás.
No hay razón para que le escatimes una caricia, un beso, un abrazo tierno. Ellos no saben negociar con las emociones. Podrás lograr que te den la pata por una galleta, pero nunca te van a canjear un lenguetazo por nada más que la felicidad de tenerte.
¿Por que ibas a disimular la alegría que te da verlo, si es uno de los seres que más alegría te brinda?
Algunos dirán que los perros te celan irracionalmente y eso no es bueno. Pero eso es porque no estableciste un diálogo. Porque no les dijiste, de la manera más eficaz, que nunca lo vas a cambiar, y que si vas a traer otros perros, nunca lo dejarás de lado, y todo se integrará como una familia.
Y entonces ellos lo entienden y lo respetan. Porque los perros cuidan lo suyo, establecen límites, pero por sobre todo, aman desde su inocencia que les brinda su pureza de alma.
Luego te ceden su tiempo de mejor calidad.
No disfrutan más de un juego que cuando lo practican contigo.
No duermen la siesta más plácidamente que en tu falda o en tu cama, bien pegados hasta que te moleste, porque necesitan que sepas que están allí.
Y si te pasa algo, si tenés el alma rota, o un estado de ánimo muy malo, ellos vienen y te dan toda su buena energía, que parece inagotable. No pararán hasta que esa lágrima que te brota se convierta en arcoiris.
No, definitivamente no hay nada en el amor que no se pueda aprender de un perro.
Y qué decir de cuando les toca esperarte.
Lo harán donde sea, bajo las condiciones que sea.
Te esperarán hasta el último de sus días, perdiendo las ganas de jugar, de pasear o hasta de comer, si no te ven regresar.
Si les dijiste que enseguida volverías, ellos te esperarán, aunque pase una eternidad.
Aunque pase su propia vida.
Porque ellos saben vivir y sobrevivir.
Pero antes de eso, saben amar.
Las inscripciones están abiertas, solo mirá bien cuando vayas por la calle de tu barrio. Y alguno, seguro que te va a querer enseñar.