Las costureras del Apolo y el traje más resistente del universo.
—Daria, hoy te traigo algo para analizar con tu lupa quirúrgica: ¿qué hay de real en esas famosas fotos de las llamadas “costureras del Apolo”? Esas señoras que aparecen cosiendo los supuestos trajes espaciales de la NASA… ¡con una Singer! Sí, una máquina doméstica.
—Oh, Henry… —me dice mientras suspira teatralmente y me mira por encima de sus lentes con marco negro—. Me encanta cuando venís con material vintage conspiranoico. Las “costureras del Apolo”. Una joyita.
—Lo que me perturba, Daria, no es tanto la imagen —que ya de por sí es una postal bizarra— sino lo que implica: ¿de verdad quieren que creamos que un traje presurizado, capaz de soportar el vacío del espacio, la radiación cósmica, las temperaturas extremas y la abrasión micrometeorítica… fue cosido en los años sesenta por señoras de barrio con hilo de algodón?
—Y con una Singer, Henry. Una Singer. Me imagino el instructivo: “Seleccione puntada recta. Regule tensión del hilo. Prepare el traje para la inmortalidad”. —Se ríe, sarcástica—. A ver… vamos por partes. Primero: la lógica termodinámica. El espacio exterior tiene presión cero. El cuerpo humano, al estar lleno de fluidos, está hecho para funcionar en un entorno con presión atmosférica estable, aproximadamente una atmósfera. Sin esa presión externa, los fluidos corporales tienden a ebullicionar a temperatura corporal. Es decir: tus ojos se evaporan, literalmente.
—Y sin embargo, ahí están Armstrong y Aldrin, saltando como cabritas sobre la Luna, sin más problema que un poco de polvo en la visera.
—¿Sabías que los trajes del Apolo eran multicapa, sí, pero hechos básicamente con nylon, teflón, aluminio y Kapton? ¿Y que no tenían ningún sistema de rigidez externa para contrarrestar el empuje del vacío? Solo una especie de vejiga interna inflable. Imaginate estar dentro de un globo de presión… e intentar mover un dedo.
—¡Pero comían, bebían, orinaban y seguían haciendo ciencia como si estuvieran en el laboratorio de la esquina!
—Exactamente. Según los documentos oficiales, el traje tenía un sistema de bolsa recolectora de orina, pajita para beber, y la comida era… bueno, comida liofilizada, tipo sachet de avión. Pero nunca te explican cómo masticaban sin gravedad, cómo tragaban sin reflejo peristáltico con la ingravidez, ni cómo su organismo procesaba eso sin consecuencias.
—Y aún así, Henry, no tenían problemas de circulación. Cuando acá, en la Tierra, te desmayás si te levantás muy rápido de la cama o estás parado mucho tiempo.
—¿Y sabés qué más me hace ruido, Daria? ¿Cómo podían moverse con tal soltura con semejante rigidez del traje? Ni hablar de que en varias imágenes, las sombras y los reflejos de sus trajes muestran inconsistencias de iluminación…
—Uf. El eterno debate lunar. El caso es que el diseño de los trajes Apolo fue tercerizado por ILC Dover, una empresa que hasta ese entonces hacía sostenes para mujeres. Lo podés leer en los archivos de la NASA. Las costureras, por su parte, cosían a mano partes del traje y usaban maquinaria tradicional. ¿Y eso está mal? No necesariamente. Pero ¿es creíble que eso resista las condiciones extremas del espacio? Ahí está la clave.
—No te olvides de que todo esto supuestamente pasó hace más de 50 años. ¿Y hoy no pueden volver porque “perdieron la tecnología”?
—Palabras textuales de Don Pettit, astronauta de la NASA: “I’d go to the Moon in a nanosecond, but we don’t have the technology to do that anymore.”
—Y lo dice con la misma cara que uno pone cuando pierde una lapicera.
—En fin. Capas cosidas a mano. Temperaturas de -150 ºC a +120 ºC. Radiación cósmica. Micrometeoritos a 25 mil km/h. Y un sistema digestivo que nunca protesta. Todo eso, sin un rasguño.
—Eso sí, los trajes costaban entre 100.000 y 250.000 dólares cada uno… de los años sesenta. Ajustado por inflación, serían unos 2 millones de dólares actuales. Lo mínimo que esperás por ese precio es que el traje también te cocine, te haga el amor y te escriba poesía.
—¿Entonces estamos hablando de ciencia… o de fe?
—Ciencia con costuras, Henry. Pero la costura más fuerte, es la que une los agujeros del relato.
📚 REFERENCIAS Y DOCUMENTOS:
- NASA. (1971). Apollo Space Suit Evolution. NASA History Office.
- ILC Dover Official Website: https://www.ilcdover.com
- Don Pettit, astronauta NASA, declaración en entrevista: “We don’t have the technology…”
- “What Happens to the Human Body in Space?” — NASA Human Research Program, 2019.
- Smithsonian National Air and Space Museum. Apollo A7L Space Suit.
- Mary Roach, Packing for Mars: The Curious Science of Life in the Void. W.W. Norton, 2010.
- Michael Collins, Carrying the Fire, memoir del astronauta del Apolo 11.