CONVERSACIONES CON DARIA – Galileo, Nobel y otras estampitas del nuevo credo

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La sala se había oscurecido levemente. Las pantallas ahora mostraban citas famosas en letras luminosas:

“Y sin embargo, se mueve.”
— Galileo Galilei
“La ciencia no es democrática.”
— Neil deGrasse Tyson
“Lo dice la ciencia.”
— Todos los gobiernos en pandemia

Daria tomó un proyector portátil y lo dirigió hacia el suelo. Lo encendió, y en el centro apareció una imagen casi religiosa: un retrato de Galileo, con su barba blanca y mirada decidida, como si fuera un mártir secular. A su alrededor, pequeñas estatuillas de Darwin, Einstein, Hawking.

—¿Qué es esto, un altar?
—El panteón de los santos modernos. El marketing científico ha hecho su trabajo tan bien, que hoy los nombres reemplazan a las ideas. No importa si entendés lo que dijo Einstein: si lo citás, ganás el debate. Automáticamente.
—Como invocar a un espíritu en una sesión de Ouija…
—Exacto. Y Galileo es el ejemplo perfecto.

Daria se puso de pie y caminó lentamente alrededor de la imagen.

—Nos venden la historia de Galileo como una lucha heroica entre la luz de la razón y la oscuridad de la religión. Pero no te cuentan que Galileo no fue torturado. No fue quemado en la hoguera. No fue exiliado por decir la verdad. Fue un personaje complejo, con muchos roces, incluso dentro del ámbito científico de su época.
—¿Entonces no es el héroe perfecto?
—No. Pero funciona como símbolo. “Vos no querés ser como la Iglesia que persiguió a Galileo, ¿verdad?” Entonces mejor callate. No cuestiones. Creé lo que dice la ciencia oficial… o sos medieval.
—Un nuevo tipo de inquisición.
—Sin sotana, pero con becas. Con comités de ética. Con cancelación institucional. El modelo Galileo sirve para blindar al nuevo dogma.
—¿Y los premios Nobel?
—La canonización. No se premia solo la genialidad. Se premia la obediencia útil. El alineamiento con los intereses estratégicos. ¿Querés que te dé un dato que no circula?
—Dale.
—Desde la Segunda Guerra Mundial, la gran mayoría de premios Nobel en ciencia han sido financiados, directa o indirectamente, por intereses militares, farmacéuticos o tecnológicos vinculados al complejo industrial global.
—”Eso suena a teoría conspirativa”, diría más de uno,
—No. Es geopolítica aplicada. La ciencia, como toda herramienta, responde a quien la financia. Y si creés que los premios son neutrales, revisá quiénes no los ganaron. Gente que cambió el mundo… pero molestó al poder.

Daria cambió la imagen proyectada. Ahora era un collage de portadas de revistas con frases en negrita:

“La ciencia ya habló.”
“No hay más debate.”
“Creer en la ciencia es un acto de responsabilidad social.”

—¿No te parece raro? —preguntó—. La ciencia que se precie de tal nunca “habla” en términos absolutos. Pregunta, explora, rectifica. Pero en los últimos años… parece dar discursos de cierre.
—Como si se hubiera convertido en política con guardapolvo.
—O peor: en religión sin rituales. Porque ahora el ritual sos vos. Vos sos el que tiene que demostrar fe: usá el barbijo, respetá el algoritmo, no cuestiones la vacuna, recitá las cifras diarias. Si no lo hacés… sos hereje. Sos peligroso.
—Y entonces se justifica el castigo.
—Por el bien común. Como siempre.
Volvió a sentarse y me miró con una intensidad suave.
—No estamos diciendo que todo sea falso. Solo que la forma en que nos impiden dudar… ya es una señal. Cuando una idea necesita protección institucional para no ser desarmada por la crítica… ya no es ciencia, es liturgia.
—Entonces, ¿qué hacemos los que dudamos?
—Lo que se hace en la ciencia real: experimentamos, comparamos, conversamos, disentimos. No para destruir… sino para que algo más genuino crezca.

El proyector se apagó. Y la sala volvió a ese tono cercano en donde las verdades duelen menos.

—¿Y si me llaman conspiranoico?
—Preguntales si saben qué significa la palabra “hipótesis”.


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