hielo

Hielo

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No todo hielo enfría, no todo hielo duele

La antorcha siguió a la llama en franca y mortal caída
La mano que la portaba hacía tiempo que dormía.
El fuego que sustentaba no flameaba como antes
Si hasta el incienso creyó que no debía ya quemarse

La salida fue promesa de épica travesía
Pero esta maratón en un vía crucis fundía
Metal ardiente y pesado tan difícil de llevar
Arduo fue mirar al frente con mínima dignidad

¿Y qué importa que la antorcha toque el piso
Si nunca al cielo su fuego llegar quiso?
¿Y qué importa que la mano tiemble y caiga
Si la fuerza del puño nunca fue la necesaria?

La salida fue promesa de una vida consagrada
al amor, a la pasión, a lo que al fin ya no es nada
La antorcha siguió a la llama, y su dueño no veía
que el orgullo por llevarla le hizo olvidar lo que hacía

Un viaje al podio que no requería de victoria
y el vencedor no retuvo en su memoria
que tratábase de amar sin concesiones
y no de vencer ocultando los temores

¿Y qué importa que la antorcha toque el piso
Si nunca al cielo su fuego llegar quiso?
¿Y qué importa que la mano tiemble y caiga
Si la fuerza del puño nunca fue la necesaria?

Hielo fluye ahora azul sobre el cemento
Que con poco lava el suelo ceniciento
Hielo escurre sobre una antorcha muerta
Sangre azul de una mano poco experta

Henry Drae

Hielo integra la antología “Colores que nunca combinan”


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