Sonó fuerte y dejó la cara enrojecida, pero dolió más en lo profundo del pecho. Ella fue cambiando el gesto de furia por uno de sorpresa, como sin creer lo que había hecho. Se tapó la boca con ambas manos. Él se tomó la mejilla, con más pena que dolor. El silencio duró segundos eternos.
—Perdoname, no quise… No fue para tanto, me saqué.
—Está bien, tampoco es lo que dije. O lo que hubiera dicho. Es que esto… es el fin.
—Si, tenés razón. No tenía derecho. Te juro que no va a volver a pasar.
—No, si de eso estoy seguro, por eso mi tristeza.
—No te entiendo.
—Ese fue mi límite. Y el de ambos, al menos entre nosotros, aunque deseo que el tuyo también, con quien sea te toque la próxima vez.
—No… por favor. No sabés cuanto lo siento. Fue un ataque de locura, los celos me ponen mal, lo sabés…
Ella lo tomó por los hombros, él se resistIó un poco, aún resentido.
—No sigas, ahora soy yo el que te lo pide. Ya está. Era lo que no tenía que pasar jamás. Y pasó. No te voy a culpar. probablemente yo también tenga la culpa de haberlo provocado. Pero ya está.
Ella rompió en llanto.
—Hablémoslo mañana, más tranquilos, Ahora no…
—No. Mañana no se puede tomar esta decisión. Porque sería errónea.
—No podés dejar de quererme de un momento a otro, por un error, por un ataque de furia.
—No, claro que no te voy a dejar de querer. Pero ya no puedo respetarte de la misma manera. Como acabás de hacerlo vos.
—Pero ¿qué decis? si sos la persona a la que más respeto en el mundo.
—Quizás lo hagas a partir de hoy, Pero no en esta relación. Ya no es posible.
—¿Me vas a dejar por una cachetada?
—No. Te voy a dejar porque si seguimos, no habrá momento en el que no piense que podés volver a hacerlo. Porque no puedo decir si yo mismo no voy a tener ganas de responderte de la misma manera. Porque cada vez que te mire a los ojos voy a leer que me levantaste una vez la mano y lo aguanté. Voy a ver que una vez no me respetaste, yo lo dejé pasar, y por eso mismo, lo perdí definitivamente. Hoy tenés demasiados sentimientos como para que te lea claramente, pero mañana, en tu mirada, y cada vez que vea tus ojos, lo voy a ver. Algo se rompió. Y podemos hacerle mil remiendos, pero nunca será igual. Y por eso mismo no lo puedo soportar.
—Pero… yo te amo.
—Yo también, pero no hay amor sin respeto. Esto que vivimos ahora mismo es un eco. Solo habrá que dejar que siga su camino hasta que calle.
—Sos muy cruel.
—Tal vez, pero algún día me lo vas a agradecer. No lo hago por mi, lo hago por los dos, aunque suene a frase hecha.
—Decime que es lo que puedo hacer. Lo que sea, ¡por favor! Me va a explotar el corazón.
El la sentó en el borde de la cama y esta vez fue quien la tomó de los brazos con suavidad.
—Pasamos muchas cosas juntos. Yo aprendí mucho de vos, y vos de mi, me lo decís siempre. Nos amamos con intensidad, con furia, con rebeldía, con una pasión que mantuvimos por años, para envidia de muchos. Nunca, jamás, voy a olvidarlo. ni a olvidarte. pero hoy se terminó. Cruzamos un límite.
—Pero… ¿me vas a decir que nunca antes te pasó? ¿que nunca te dieron un cachetazo o lo diste en una discusión con alguien a quien amabas?
La miró con ternura y tristeza, por última vez.
—La respuesta es sí. Y por eso, por el amor que te tengo y me tengo, debo decirte que finalmente aprendí con vos.
Adiós.