—Necesito saber cuál es, quiero que me ayudes a encontrarla, y no dejarme cegar por un enamoramiento pasajero.
—Difícil lo que me pedís por lo subjetivo, haré lo posible. Primero, ¿qué entendés por “la persona indicada”?
—La que esté cerca de ser la definitiva, la que marque parte de mi vida. No pretendo que sea para siempre, ni la última, pero alguien con quien realmente me lleve bien y esté en sintonía conmigo, que no sea una relación problemática sino que fluya de manera más natural, como se dice habitualmente “que pareciera que estemos hechos el uno para el otro”.
—Sí, facilísimo. Vamos a ver. Este es el perfil de uno de tus intereses amorosos, comencemos por lo obvio, ¿qué te parece a nivel imagen física?
—Me gusta mucho.
—Perfecto, ¿y qué opinas de su forma de pensar y las afinidades que tiene con vos?
—Unas cuantas, la mayoría. Las diferencias que tenemos son entretenidas para discutir, pero nunca para llegar a pelearnos muy fuerte o muy seguido.
—Muy bien, ¿y a nivel química?
—Bueno, recién estamos comenzando a conocernos, pero creo que puede funcionar.
—Está bien, por lo visto tenés una gran predisposición para que esta sea tu “persona indicada”.
—¿Por qué estás tan seguro? ¿Y si estoy equivocado?
—Por que vos mismo la estás “indicando”, ¿por qué va a ser? O acaso vos querés cubrirte tipo póliza de seguro contra las decepciones? ¿Pretendés que otro te “indique” cual es tu persona indicada. Si sos creyente quizás quieras que Dios te la mande, ¿es algo como eso?
—No, Dios no, ponele el destino, qué se yo, es que ya me quemé varias veces.
—¿Y de eso no aprendiste nada? Digo, porque las relaciones también enseñan.
—Bueno, quisiera creer que si, pero tampoco voy a tener miedo de lo que me haya pasado con otra persona.
—No, miedo no. Es decir, es normal que lo tengas, pero no puede paralizarte. En todo caso antes de pensar en lo que te hicieron, pensá en lo que hiciste o pudiste haber hecho mal. No prejuzgues, no estés a la defensiva, y sobre todo, no seas egoista, porque sino, nunca vos vas a ser “la persona indicada” de nadie.
—No lo había pensado de esa manera.
—Porque esto funciona de a dos, no sé si sabías.
—Claro, no quiero ser egoista.
—Bueno, entonces no busques en otro lo que te quieras guardar de dar.
—Es que yo quiero darlo todo.
—No, tampoco sofoques. No des más de lo que el otro pueda soportar.
—¿Ves? Ahí ya me pierdo.
—No puedo enseñarte a vivir, sos grande. Las emociones no pueden desbordarte como a un puber, usa un poco la razón. Hace caso a las señales que te den, si no les estás prestando atención, no será por torpeza sino por estar mas centrado en vos que en ella.
—Te pediría que vengas conmigo a la cita.
—Si me dejas que te pegue cada vez que hagas una estupidez, con gusto.
—No, mejor no, retiro la invitación.
—Entonces, ¿qué más querés saber?
—Ya está, voy con lo que soy y tengo, y que salga como tenga que salir.
—Perfecto, entonces es probable que estés frente a la persona indicada.
—¿Me estás cargando? Hasta recién me decías que era difícil de decidir.
—Exacto, porque no tenías la actitud correcta para buscarla, y acabas de asumirla. No hace falta más.