Sin pensarlo mucho, y luego de contemplarla unos minutos fue hacia ella. Hacía un buen rato que estaban cruzando miradas debajo de esa cornisa que apenas los cubría, cuando la lluvia se ponía cada vez más intensa, pero ella solo le había dedicado media sonrisita incómoda y él, una mirada pícara. Ahora se paró delante, ella levantó la vista revelando una mezcla rara de miedo y excitación. Le tomó la barbilla y acercó su rostro hasta darle un beso muy suave y dulce. Ella al principio solo inspiró y se dejó llevar, luego respondió. Fueron segundos intensos que hicieron desaparecer todo a su alrededor, salvo, quizás, el repiqueteo de la lluvia.
—¿Qué fue eso?
—Lo que tenía que pasar —dijo él, con las mejillas enrojecidas. Nunca antes en la vida había hecho algo así, tan poderoso como abordar a una desconocida y encajarle un beso sin que medie palabra.
—Dios mio, no sé como pasó, pero esto no está bien. Nada bien.
—Bueno, no fue para tanto, me disculpo por…
—No, está bien. Yo no te rechacé y me dejé llevar. Podía haberlo evitado, y eso me asusta.
—Fue solo un beso…
—No entiendes, Me esperan en casa —levantó la mano y le enseñó la alianza. La tenía en el bolsillo y el no la hubiese visto aunque la hubiera buscado.
—No lo pensé, disculpame, me desconozco, no soy así.
—No te culpo, pero no puedo evitar sentirme mal. Y tampoco por sentir esto…tan intenso. Fue increíble.
—¿No eres feliz con tu pareja?
—¡Lo soy! y creía que mucho y que no me faltaba nada. Es la persona mas amable y dulce que conocí alguna vez. Pero hace rato que no tenemos… no sé porque te estoy contando esto.
—No lo hagas, no quiero incomodarte más todavía.
—Es que no entiendo porque sentí esto con ese beso, ni porque lo permití. Con mi esposo no tenemos ya casi intimidad, apenas nos tocamos, dejamos de disfrutar nuestras pieles. No tenemos ya pasión, pero lo tomamos como algo normal, y eso no quita que demos todo el uno por el otro. Terminamos aceptándolo como parte de la vida. Pero estoy seguro de que él no haría algo así, de traicionarme con alguien más…
—Oye, fui yo el que te hice esto.
—No, por favor, deja que me haga cargo de lo que me toca. Tú lo iniciaste, porque me viste darte alguna señal, hubo algo desde la primera mirada. Pero ahora no puedo dejar de pensar en él…
—¿Vas a decírselo?
—No, pero no por mi. No podría soportar que pierda la forma en que me mira. Él confía en mi, confía en lo que siento. Y si le dijera que no pude controlar mis emociones para negarme a un simple beso, o que no quise… esa confianza desaparecería en la forma en que me ve a diario. Sé que hasta me perdonaría y trataría de hacer como si no pasara nada, pero nunca más sería igual. Pero tampoco es eso lo que mas me inquieta, sino el dolor que le provoque.
—Creo que lo quieres más allá de que sea tu pareja, como a un verdadero hermano o a un amigo.
—Es posible, no querría causarle el más mínimo daño.
—¿Y entonces, seguirás viviendo esa mentira?
Ella lo miró intensamente, intentando encontrar en sus ojos la respuesta. La palabra “mentira” era muy fuerte, pero ¿cómo llamarle si se había puesto tan nerviosa y excitada con el beso de un desconocido?
—No lo sé. Solo espero que no se me note demasiado. No se lo merece.
—Tampoco se merece seguir al lado de una mujer que no lo ama en la intimidad. Piénsalo también. Y eso sin decir que tú estás dejando de lado todo lo que sientes, como si no importara, como si pudieras esconder lo que sientes para que sea lo mejor para quienes te rodean. ¿Te parece sano?
—No lo sé, ni lo entiendo.
La tomó de los brazos, la lluvia seguía constante y ruidosa, como limpiando sus emociones para que suenen más claras en las palabras. Ella lo miraba con algo de miedo y desconcierto.
—No te conozco, no me conoces, pero ahora sé que tuve que darte ese beso porque te vi rota, y también sé que es muy poco eso para poder curarte, pero sirvió para que sepas que tienes que hacer algo al respecto.
Esta vez fue ella la que estiró su cuello y lo besó. Con más decisión y pasión que la primera vez.
El agua dejó de caer, las nubes seguían allí, pero atravesadas con incontenibles rayos de sol, impacientes por formar un arcoiris.
Ella se separó lentamente y se giró para marcharse. Dio dos pasos sin mirar atrás.
—No sé nada de tí, ¿volveré a verte?
Ella se giró apenas, sus ojos brillaban, como si fuesen a resquebrajarse.
—Que lo decida la lluvia.