¿Por qué tenemos que hablar sobre la forma de la tierra?
Cuando para muchos es un tema distractivo, es decir que se plantea para confundir, en realidad es por donde se puede comenzar a entender todo este asunto.
En principio porque es el que primero ataca la disonancia cognitiva al derrumbar nuestro sistema de creencias. Un sistema al que hace años venimos construyendo con elementos que no nos han dejado elegir. Cuando somos niños hay una sola manera de darnos acceso a conocer la forma de la tierra. Lo primero que se nos da, es un conjunto de pelotitas para que, apenas sabiendo hablar, juguemos a construir el sistema solar con planetas y todo. Como si en ese mismo momento, pudiésemos ir a verificar lo que estamos haciendo. (Y ni siquiera de adultos podremos hacerlo).
Un sistema que siempre fue teórico y al que jamás tuvimos acceso para poder comprobar. Se nos enseñó a aceptarlo de manera tan natural como si se tratara de tocar un árbol. De tomar un puñado de arena o de meternos en el mar. Experiencias que, por otro lado, no nos dejan dudar sobre la naturaleza del lugar en el que estamos viviendo.
Choque de mundos
Entonces, comenzar por cuestionar la forma de nuestro mundo, es realmente ir al choque. Primero con nosotros mismos, luego con quienes no tenían la menor intención de cuestionarlo.
Pero la filosofía siempre nos ha enseñado a que debemos cuestionarnos todo. Incluso la forma de la tierra, sin importar lo claro que parezca que esté. Porque es la manera de evolucionar en el pensamiento y de aprender de verdad.
Entonces, como no sea por esos mecanismos psicológicos de rechazo inmediato que provocan risas y burlas, no se entendería el porqué de lo furibundo de la oposición a que se produzcan investigaciones en ese sentido.
Por otra parte, y como ya hay una gran cantidad de personas en el mundo que está haciendo base en el terraplanismo, se da otro fenómeno
A los numerosos grupos y páginas que ya existen sobre geocentría y terraplanismo, se acerca gente con supuestas intenciones de aprendizaje a preguntar. Pero son cosas que por lo general, el investigador terraplanista ya tiene vistas desde hace rato. La forma de la tierra es algo que no les es ajeno desde la experimentación.
Entonces la respuesta obtenida es “investiga”. Y eso, muchas veces es tomado como un ejemplo de actitud soberbia.
Puede que en algunos casos lo sea; sin embargo, es un consejo válido y genuino.
Imagina que vas a ver a un constructor o albañil que está levantando una pared y le pides que te explique cómo se hace la mezcla.
Entonces, ese trabajador debiera dejar de construir para enseñarte, cuando él mismo antes de hacerlo, hizo su propia investigación o camino de aprendizaje. Y si encima, suponiendo que deje de progresar en su trabajo y se dedique a enseñarte, se encuentra con una actitud desafiante, con un intento de ridiculizarlo o para dejar clara tu posición, el fastidio será mayor.
Lo que en verdad caracteriza a un terraplanista
El terraplanista promedio, y disculpen la generalización, es inquieto. Es alguien que nunca se ha conformado con las respuestas oficiales que no le cierran. Y en algún momento, tiró de la punta del ovillo y vio como se desarmaba. ¡La forma de la tierra no era algo que estuviese definido!
¿Podemos culparlo por eso? Podemos culpar a alguien que señale las inconsistencias y contradicciones de un modelo que se ha impuesto como real? Y más cuando no se lo puede hacer funcionar por el método científico.
No voy a profundizar demasiado en esto, pero les voy a dejar un ejemplo:
De todas las preguntas que podemos hacernos, particularmente, hay una que me inquieta mucho. Y es la manera en que puede funcionar un cuerpo humano en la ingravidez del espacio, durante tanto tiempo.
Los seres humanos tenemos un sistema de circulación sanguínea (linfático), y un sistema digestivo. Ambos trabajan con las condiciones “gravitatorias” que nos han enseñado a distinguir en nuestro mundo.
Y antes de que me corrija un terraplanista con respecto a lo de la gravedad, digo que la uso a modo de ejemplo, no para validarla como tal.
Comiendo como los murciélagos
Pero pongamos por ejemplo, el hecho de estar intentando comer o beber estando cabeza abajo. Nos colgamos del techo y tratamos de hacerlo. Aunque lo logremos, eso que ingerimos no conseguirá bajar.
Piensen que evitamos acostarnos inmediatamente después de comer mucho para no ralentizar la digestión. Entonces ¿cómo esa comida llegaría a hacer su recorrido sin algo que la haga descender como la presunta gravedad?
Hace poco leía la importancia de dormir acostados sobre el lado izquierdo, porque el estómago funciona mucho mejor.
Entonces, somos capaces de distinguir todas esas sutilezas en el funcionamiento de nuestro propio cuerpo. Pero cuando los de los astronautas flotan en el espacio por días y días, todo eso que nos sucede, a ellos no les afecta. Pavada de entrenamiento tendrán, ¿verdad? A ellos, los fluidos mágicamente les permiten vivir el tiempo que sea necesario. Y sin que comiencen a funcionar mal y los termine matando.
Cuando pregunté esto, alguna vez, me respondieron -más por acto reflejo que por conocimiento empírico-, que el cuerpo humano tiene mecanismos de arrastre que facilitan su funcionamiento.
Si fuese así, la experiencia de comer boca abajo, sería mucho más fácil, sin tener que ir a la estratosfera para comprobarlo.
Este es un pequeño ejemplo de lo absurdo y poco científico de las explicaciones que se nos dan sobre cómo se dan las condiciones de vida en el espacio exterior.
Y sirve para intentar sembrarles la inquietud de si es válido hacerse preguntas e intentar responderlas desde el empirismo. Es decir, desde la experiencia personal y en base, muchas veces a lo que se nos ha enseñado.
Si la ciencia nos da los elementos para realizar un experimento. Para comprobar los resultados, repetirlo las veces que sea necesario y verificar que el enunciado que en principio fue una teoría, se dé como realidad, entonces estamos haciendo ciencia REAL.
En cambio, si nos limitamos a aprender algo de memoria. A recitarlo únicamente porque un científico que ha sido homologado por otro grupo de personas lo dijo, entonces estamos CREYENDO en él. Eso se conoce como PRINCIPIO DE AUTORIDAD, y no tiene que ver con la ciencia aplicada.
Así que, volviendo a lo importante del terraplanismo en la situación actual, mi intención es que puedan darse cuenta, quienes tengan la legítima inquietud y no consideren que su pregunta es retórica, de que cuestionarse todo lejos de estar mal, es ya un tema de supervivencia.
Una de las cosas que más me molestaba al comenzar a caer en la cuenta de que nada es cómo me lo enseñaron, es que la gente diga “¿y a mí qué me importa la forma que tenga la tierra, si mañana tengo que ir a trabajar igual?” Y resulta bastante triste, porque habla de una resignación para que podamos ser engañados con nuestra propia anuencia.
Cómplices del engaño sobre la forma de la tierra
Si la forma de la tierra es plana y no un globo viajando a velocidades increíbles en el espacio sin que nos despeinemos (mira quien habla de despeinarse), significaría que nos han estado engañando por al menos, más de cien años.
Porque una cosa es un experimento de observación, análisis y especulación de lo que vemos a la distancia, y algo muy diferente es organizar una colecta a base de impuestos, armar una nave espacial con ese dinero, decir que se fue al espacio cuando en realidad nunca se salió de aquí, mostrar una fantasía para seguir recaudando dinero y asociarse con cómplices para que esta mentira sea de credibilidad “global”.
No seguiré profundizando en este artículo, la intención es la de intentar que se respondan ustedes mismos desde su lugar, el porqué es importante analizar hoy cualquier verdad que se nos venda, desde una óptica terraplanista.
Si eres de los que se ríen cuando se trata a otra persona de terraplanista, y ya vas por tu tercera o cuarta dosis, usas una máscara para caminar al aire libre y muestras un permiso de circulación en donde se te pida, yo lo pensaría un poco más, porque cabe la posibilidad de que se estén burlando de ti y no te estés dando cuenta.