Entró decidido al lugar, como el tigre que ha elegido a su presa y no se sale ni un milimetro del sendero que debe seguir para obtenerla. Ella garabateaba cosas en un anotador, sin dar cuenta de su inminente llegada. Un café humeante esperaba su primer sorbo a su lado. Él llegó y se sentó frente a ella, sin saludar, sin pedir permiso, solo con una media sonrisa y una mirada pícara. Ella se sobresaltó apenas y levantó la mirada, sin pestañear.
—Voy a decirte lo primero que te haría.
—Ni saludar ni presentarte, seguro.
Él sonrió con mayor amplitud y desvió la vista para no desconcentrarse, no quería que nada opaque el efecto que pretendía provocar. La volvió a mirar a los ojos, esta vez sin sonrisas.
—Te quitaría toda esa ropa a jirones, sin dejar un solo retazo sano. Te desnudaría con mis manos y dientes, hasta que solo lleves el pelo suelto y la piel de tu cuerpo libre, erizada y expectante.
Ella guardó silencio, solo levantó una ceja sin dejar de mirarlo.
—Luego me pasearía a tu alrededor, y te daría pequeños chirlos en lugares sorpresa. Te bañaría en mi aliento, y pasaría mi lengua por tus zonas más sensibles. Sabré con solo verte cuales son. Procuraré que tus ojos permanezcan cerrados, si es necesario te vendaré para que no veas lo que te espera. Te tocaré sólo lo indispensable, por un buen rato, mientras me limito a dar vueltas a tu alrededor, contigo parada, quieta y expuesta, solo para mi.
Ella hizo media sonrisa y se tocó el cuello. Él tomo ese gesto de incomodidad como una señal de triunfo.
—Seguiré probando cosas en tu cuerpo. Tal vez hielo, tal vez algo caliente, tal vez solo mis dedos explorando. Luego te tumbaré de pronto en la cama y seguiré mi camino de recorrida por tu piel, desde tus pies hasta la frente, ida y vuelta, hasta que no me quede un sólo centímetro que mi boca no haya tocado. Cuando estés toda tan brillosa que reflejes la luz de las velas, entonces me concentraré primero en romper tu boca, luego en marcar tus pechos, en estremecer tu cintura y en hacer de tu pelvis el plato favorito de mi lengua. Me hundiré en ella y no saldré de allí hasta que la humedad me ahogue. Me guiarán tus suspiros, ellos me dirán cuando quieras que te penetre. Y aún así esperaré hasta verte desesperada, hasta que me pidas por favor que lo haga. Y cuando comience, deberás prepararte para venirte una y otra vez, hasta que tu capacidad respiratoria también diga basta. Cuando termine, me vendré en tu vientre y me tenderé a tu lado hasta que me recupere y decida poseerte otra vez.
Ella se mantuvo inmovil, sin dejar de mirarlo. Se produjo un silencio eterno.
—¿Terminaste?
—En realidad, eso era una imagen de lo que está por comenzar.
—¿Puedo opinar?
—No tiene porque ser tan hablado, si asintieras con tu cabeza y me acompañaras, puedo demostrar a que me refería con la práctica, no muy lejos de aquí.
—En realidad, si tengo que hablar, pero no será tan largo ni escandaloso como lo tuyo…
—No fue escanda…
—Ya te escuché. Ahora me toca a mi.
Él se echó hacia atrás, no esperaba esa actitud, tal vez un grito, un berrinche, hasta un escandalete o llamado al encargado, pero no esa serena calma, casi calculada.
—En principio, haces mal en creer que lo que describes es lo que prefiero a la hora de excitarme. De hecho, subestimas al “quien” colocándolo por debajo del “cómo”, y ni siquiera sabes si me gustan los tipos como tú. Y te aseguro que ese aspecto de estrellita hollywoodense que traes puede ser muy seductor en líneas generales, pero no es más que una probabilidad de éxito en la que no puedo incluirme.
—¿No te gustan los hombres? Si es así…
—No dije eso. De hecho, si hubiera sido el caso, tu investigación previa de campo apesta. Pero al margen, todo lo que has descrito es un estadío de actividad sexual estereotipado, que probablemente te esté provocando una erección en este mismo instante, pero no es mi caso, ni creo que el de muchas. No te conozco, tienes lindos ojos y linda sonrisa, pero eso definitivamente no me alcanza ni para dar el primer suspiro. Y no te estoy diciendo que no disfrute del sexo casual, o con alguien a quen apenas conozco, pero si este intento de abordaje hot es tu mejor táctica, amigo, necesitas clases urgente. No sabes nada de mi, solo noto que te gustó lo que viste, algo a lo que franca y modestamente estoy acostumbrada, por lo que no eres especial. Pero con eso solo te irías a la cama conmigo y eso para mi no te convierte en alguien a quien considere. Tengo un par de dildos, me conozco y sé darme placer y mi imaginación es frondosa. No necesito un muñeco viviente al que no le interese más que aumentar el número de huecos en la lista en los que pudo meter su cosita. ¿Entiendes el punto? No estoy hablando de amor, sino de conexión. El mérito es la búsqueda de esa chispa que conecte a dos personas, con pequeños gestos, con interesarte genuinamente en algo en común que genere química. Y lo tuyo fue grotesco, si me perdonas el término.
Él se puso serio, comenzaba a enrojecer.
—¿Con todo esto me dices que no tengo chances contigo? Podrías haberte ahorrado la perorata.
—No señor, tú viniste a invadir mi espacio, me llenaste de verba íntima sexual y ahora te mereces algo más que un “no”. Sería muy fácil. Ni siquiera sé si haces esto por narcisismo, o porque te estás desquitando de varios rechazos pasados. Eres guapo, pero, amigo, si has conseguido algo con esta táctica…
—Te sorprenderías.
—Si, sin dudas lo haría. Pero no me interesa, te soy franca. Ahora mismo estás muy avergonzado, lo noto en tus mejillas. te sientes un niño idiota, a pesar de que debes tener un par de años más que yo. Quieres pegar un salto e irte, pero tu orgullo no te lo permite. Dios, no quiero humillarte pero me la estás haciendo demasiado fácil… Está bien, vete de una vez. Pero antes toma esto —dijo extendiendo una tarjeta.
—¿Me darás tu teléfono?
—Si. Eso no significa que saldré contigo alguna vez en plan de cita, ni lo sueñes. Pero como realmente me encantaría que los hombres nos conozcan mejor antes de encararnos, y que sepan que no somos todas iguales, por más que algunas lo parezcan o se comporten como si lo fueran, entonces lo mejor es educarlos. Tomaremos un café cuando quieras. En principio aceptarás para presumir que estás saliendo con una chica bonita, pero luego te darás cuenta de lo útil que puedo ser a tus fines. Tampoco quiero ser tu amiga, aunque si tienes algo en ese corazón y un poco más que sirva en la cabeza, podría suceder, pero tomalo solo como una muestra de buena voluntad.
—Eres muy rara, ¿sabías?
—No, soy una mujer más, pero no todas las mujeres. Y quiero que lo aprendas, creo que me lo debes. Y nos servirá a todos, hasta a las pobres mujeres que abordes en el futuro, si es que logro que me escuches un poco.
El cazador se fue sin su presa, pero su frustración inicial, a medida que se alejaba y pensaba en quien acababa de conocer, iba trocando en satisfactoria alegría.
Casi orgásmica.